En los últimos años, el creciente número de usuarios de las redes sociales, así como el aumento del poder de estas empresas, han fomentado el desarrollo de normativas nacionales e internacionales de protección de datos y ciberseguridad. Hoy en día, empresas como Facebook no solo recopilan una enorme cantidad de información personal, sino que también tienen una influencia considerable en el flujo de contenidos informativos en general. Para proteger a los usuarios del abuso de datos y de la presentación manipulada de las noticias, se necesitan soluciones a nivel gubernamental.
Desgraciadamente, los cambios legales no pueden seguir el ritmo del rápido desarrollo de las plataformas de redes sociales, lo que inevitablemente supone un riesgo para los usuarios. ¿Cómo se convierten estas plataformas online en la “escena del crímen”? Vamos a verlo.
Facebook comenzó en 2006 cuando todos los que decían tener 13 años o más podían entrar en la red social fundada por un grupo de estudiantes. Seis años más tarde la compañía hizo su salida a bolsa con una valuación increíble de 104 mil millones de dólares. Dado que Facebook se beneficia de la publicidad en pantalla de las empresas, tiene sentido que la información que los usuarios proporcionan a la red social sea un cebo fácil para el líder del mercado.
No sólo la información personal publicada puede entrañar riesgos para los usuarios. El propio contenido está en el punto de mira. Publicar fotos de los niños sin su permiso, no desfigurar a los desconocidos de las instantáneas de sus vacaciones o insultar a los demás son algunos ejemplos de las situaciones en las que se puede caer.
Se hace especial énfasis en las publicaciones o comentarios inapropiados, como los discriminatorios o los extremadamente ofensivos. Hasta ahora era muy difícil identificar a algunos de los usuarios que utilizan apodos de forma inteligente para cubrir su identidad real. Con las nuevas restricciones sobre la mesa, algunos países intentan luchar contra la inviolabilidad de estos llamados “trolls”.
La diseminación de noticias falsas es otra de las cosas que es más difícil de rastrear o sancionar. Hay una fuerte correlación entre la creencia de la gente en un mensaje asi como en la fuente del mismo y su forma de compartir la información. Mientras que algunos pueden ser motivados a compartir el contenido por la fuente de origen, otros pueden compartir contenidos que reflejan su propia opinión sin verificar la fuente en sí.
Mientras no haya violaciones legales evidentes, la gente puede compartir lo que quiera. Y ese es uno de los puntos débiles de las redes sociales: Nadie tiene control sobre el contenido que se publica, lo que permite que se difunda una increíble cantidad de información poco clara.
Uno de los mayores problemas es que una vez que la información falsa se ha difundido es difícil mitigar el daño: nunca se puede estar 100% seguro de que una retractación llegue exactamente a las mismas personas que originalmente recibieron el contenido incorrecto o engañoso en las redes sociales.
Es más, la información incorrecta puede hacer mucho daño, no solo para personas privadas. Especialmente, las compañías renombradas sufren daños considerables al compartir información falsa ya que clientes y seguidores perdonan dificilmente. ¿Las noticias de hoy ya habrán desaparecido mañana? Puede ser cierto pero Internet nunca olvida.
Estos son algunos ejemplos de las amenazas a las que nos enfrentamos como individuos que consumen su información diaria a través de las redes sociales. Sin embargo, los peligros no se limitan exclusivamente a los espacios virtuales. En cualquier entorno y escenario, las educación informacional y sobre medios de comunicación son valiosas contramedidas. Aplicadas al contexto de las redes sociales, nos ayudan a distinguir qué información es fiable y cuál no.
Se recomienda utilizar una gama diversa y plural de medios de comunicación y de fuentes para buscar información, incluidos los medios tradicionales como los canales de televisión y radio. Los medios de comunicación tradicionales tienden a investigar más y, por lo tanto, proporcionan información más fiable. Esto también se refleja en el nivel de confianza significativamente mayor que los consumidores tienen en los medios tradicionales. Por estas razones y muchas más, la televisión y la radio no sólo son buenas fuentes para informarse, sino también una gran base para controlar el panorama informativo mundial.
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